Cuando hablamos de conexión a la tierra aparece el término ecología, el cual fue acuñado por el biólogo alemán Ernst Haeckel en el año 1869 y la definió como «el estudio de la interdependencia y de la interacción entre los organismos vivos (animales y plantas) y su ambiente».
Aunque no se han relacionado directamente las definiciones, puede parecer lógico pensar que los productos ecológicos se vinculan a este término desde sus orígenes.
Los productos ecológicos llaman la atención por el cuidado y la consciencia que se pone en lo que se está haciendo y como esas actividades pueden repercutir en el entorno.
A partir de los años sesenta y como respuesta a la revolución verde, que genero un aumento de la productividad de los campos mediante técnicas extensivas, se inicia la toma de conciencia de que los recursos son limitados.
Se comienzan a ver las primeras prácticas agrícolas que apoyan estudios sobre cómo mejorar los sustratos del suelo, mantener el entorno y generar cultivos autóctonos con una correcta gestión de plagas sin exceder el uso de fertilizantes y plaguicidas.
Pero no es hasta los años noventa cuando la filosofía ecológica se acerca a la sociedad, cuando la administración y los escenarios normativos se crean para aparecer como una realidad estructurada, concediéndose un valor que apoya el entorno y mejora la sostenibilidad de los recursos a largo plazo.
La agricultura ecológica no pretende generar conflictos con otros tipos de producción sino dar una visión diferente de hacer las cosas, que está basada en estudios científicos, prácticas avaladas y resultados satisfactorios en millones de explotaciones.
Ahora mismo podemos asegurar que es la mejor forma de dar respuesta de forma directa a muchas de las preocupaciones que existen en nuestra actualidad y que se engloban en tres grandes bloques: La salud, el bienestar animal y la sostenibilidad.
Los principios de la agricultura ecológica se basan en el uso responsable de los recursos naturales, algo de sentido común si queremos alimentar nuestro futuro como humanidad.
El análisis sostenible de sus acciones genera alternativas y técnicas que además están reguladas por legislación europea lo que ha generado una mayor confianza y una homogeneidad de criterios.
De hecho, las cifras mundiales en producción ecológica muestran un gran crecimiento en todos los países tanto en superficies de cultivo como en explotaciones ganaderas, productores e incremento en la demanda y el consumo.
Un crecimiento que no se ha frenado en momentos de crisis, algo que constata que no se trata de una moda o una tendencia sino de un sistema diferente de producir alimentos.
Las prácticas van desde el análisis de las semillas que se van a plantar seleccionando aquellas que mejor se adapten a la zona, pasando por el sustrato que se necesita y la evaluación y estudio de las plagas que podrían afectar.
También las vemos al criar un animal. Donde es primordial entender si su raza es la que mejor se adapta a ese clima y esos pastos. Comprar el alimento que necesita y le nutre bien, estudiar su morfología, sus necesidades y prevenir las posibles enfermedades.
El mantenimiento de los animales en espacios abiertos se revindica desde muchos de los ámbitos de la sociedad, queriendo restablecer un equilibrio de una sociedad respetuosa con quien convive y que se refleja en un cambio de mentalidad hacia el flexitarianismo donde casi un 10,8% de los españoles se considera flexitariano, un 39% más que hace dos años.
Aparecen también los principios basados en el mantenimiento de la biodiversidad y el equilibrio de las zonas rurales.
La diversidad biológica que hoy vemos es el resultado de miles de millones de años de evolución y forma una red vital de la cual somos parte integrante y de la que, aunque a veces no lo creamos, dependemos.
Tener ecosistemas biodiversos y ricos en insectos, animales y plantas es tener un seguro de vida, significa poder asegurar que tendremos más opciones de vivir mejor.
Nuestra biodiversidad es también cultura y patrimonio, cada región tiene sus especies y sus ecosistemas que con la agricultura ecológica se potencian y se mejoran para que puedan dar fruto a más riqueza tanto ambiental como económica.
El orgullo de pertenencia que aúna unos principios basados en cuidar lo que nos han dado y multiplicarlo, aprender de ello y disfrutar de las riquezas que nos proporciona es el propósito de todo esto.
España, como primer país productor de alimentos ecológicos, rezuma vida por sus cuatro costados y tenemos que agradecer la cantidad de alimentos diferentes, paisajes y ecosistemas que podemos disfrutar todos los días.
María J. Herrero Salas.
Fundadora en Food Advisor