La educación en la alimentación

Comer es uno de nuestros instintos más básicos y necesarios, los alimentos nos acompañan en nuestra evolución durante la vida a medida que vamos cambiando.

Alimentarse es necesario, no podemos dejar de hacerlo, pero no hay una regla fija y hacerlo de una forma u otra depende de muchos factores que van condicionando nuestras elecciones.

Si volvemos a la base de todo encontramos una definición muy básica: “los alimentos son las sustancias nutritivas que toma un organismo o un ser vivo para mantener sus funciones vitales”. Si esto lo llevamos a la práctica los alimentos que ingerimos tienen que estar orientados a lo que nuestro cuerpo necesita. 

La alimentación es algo común a todos los seres humanos, todos nos alimentamos todos los días y hacemos 3,4,5 o 6 comidas, pero ¿quién nos enseña a comer y qué comer?

Desde los 6 meses de edad los niños comienzan a probar alimentos y se les va introduciendo en la dieta una mayor variedad a medida que sus capacidades psicomotrices lo permiten, así llegando a los 2 años los niños habrán probado todos los alimentos más comunes y habrán detectado, si existiera, alguna intolerancia o alergia a alguno de ellos.

Los estudios científicos avalan que la nutrición durante la etapa de los primeros 1000 días del bebe, comprendidos desde la concepción hasta los 2 años de vida son clave para la salud a lo largo de la vida.

“El rápido crecimiento y desarrollo del organismo y sus funciones durante el embarazo, la lactancia y el niño de corta edad conlleva requisitos nutricionales específicos en cada una de estas etapas y determinarán la salud del futuro adulto”.

(“Nutrición Hospitalaria – Arán Ediciones, S.L.”)

Lo cierto es que en el 80% de los casos durante la etapa de introducción de alimentos y hasta los 2-3 años los padres adquieren una mayor conciencia por las dietas de los más pequeños, al margen de los estudios científicos existe un efecto cultural de dar solamente un tipo de alimentos a los bebés y suelen tener como consecuencia dietas de alimentos saludables, bajas en aditivos, sal, azúcar y grasas saturadas.

Aunque no siempre es así.

Durante estos primeros años de vida los más pequeños se guían por estímulos y por las experiencias que han vivido en sus entornos más cercanos con lo que la educación que hagamos en casa y en el entorno familiar es fundamental porque será su referencia.

Un poco más tarde, a los 3 años los niños comienzan su etapa educativa y se abre un nuevo mundo de fiestas, meriendas, parques, cumpleaños y reuniones de amiguitos donde se intercambian alimentos, hay muchas posibilidades y con ello comienza la educación influenciada por el entorno.

Las variables están servidas y cada vez habrá más influencia externa sobre el modo en que nuestros hijos se alimentan.

¿Qué podemos hacer ante esto?

Está claro que no podemos encerrarlos en una estricta forma de alimentación porque muchas veces no es posible pero sí que tenemos la responsabilidad de educarlos en que entiendan y conozcan los beneficios de cada alimento.

Hay 3 pilares fundamentales para abordar una correcta educación en alimentación 

1- Conocer el cuerpo y sus necesidades. Ayudar al niño a conocer su cuerpo y a diferenciarse de los demás sabiendo que es único y no tiene por qué tener las mismas necesidades que el resto, ni el mismo metabolismo ni tienen porqué sentarle igual un alimento u otro.

1- Entender que es un alimento, para qué sirve, tipos de alimentos y de nutrientes. Adaptar la información para que sea comprensible a los niños y puedan entender de donde provienen los alimentos, porque se toma uno u otro y cuál ha sido su historia hace que el interés y la consciencia en la alimentación aumente.

2- Hacerle partícipe de su responsabilidad en su salud. Mostrarle los beneficios de una dieta saludable, de equilibrar los alimentos y de complementarlo con ejercicio físico.

Educar no es sólo corregir u ordenar, en la alimentación el niño debe entender que está comiendo y por qué para que el mismo se haga responsable de sus actos y actúe en consecuencia.

La experiencia demuestra que cuando los niños son educados en salud y bienestar a través de dietas variadas se consigue una menor incidencia en sobrepeso en edades más avanzadas.

Y es que los datos de obesidad son alarmantes en todo el mundo y los diferentes estudios de observación inciden en que el mayor porcentaje de niños con obesidad se da en edades entre 6 y 10 años, siendo España uno de los países del mundo con las cifras más elevadas de sobrepeso y obesidad infantil.

 

Fuente: © World Obesity Federation,
London www.data.worldobesity.org; www.worldobesity.org

Está demostrado que los niños se acostumbran a lo que les enseñemos a comer, podemos ver niños japoneses comiendo algas o niños nórdicos comiendo arenques sin que esto les parezca nada del otro mundo y también encontraremos niños que comen sin problema verduras todos los días y otros que se niegan en rotundo a hacerlo.

Tenemos que partir del hecho que como en todos los aspectos de la educación cada niño y cada persona es diferente y siempre detrás de los hábitos se encuentran emociones y creencias que hay que entender.

Muchas veces no sabemos porque un niño no quiere comer fruta o verdura y no nos damos cuenta de que quizás en casa nunca lo han visto a ninguno de los adultos o que ninguna vez le damos importancia en nuestros platos a estos alimentos.

El hedonismo dentro del ámbito de la comida infantil es muy importante, está claro que los niños son niños y como tal tienden a no pensar en su salud y ver el alimento como algo divertido o algo tedioso.

Nuestro gran aliado es la costumbre y crear hábitos que permanezcan de forma casi inconsciente en su desarrollo. 

Los niños son muy inteligentes y siempre quieren todo, todo lo que ven que pueda ser divertido o que les haga experimentar “sensaciones”, por definición esto es ser niño. Pero también entienden las cosas, si les explicas que pasa en su cuerpo y para que tomen cada cosa puedes despertarles el interés, siempre que tu estés comprometido, así que como adultos entiendo que esta es nuestra misión.

Llegar a tener claro lo que sí debemos comer es nuestra responsabilidad, más allá de las marcas, más allá de las prisas y de las excusas.

La obesidad infantil es un gran problema que se ha convertido en el foco de políticas educativas, sanitarias y sociales porque sus efectos en la salud pública son conocidos y muy preocupantes.

Conseguir una reducción de estos valores pasa por hacer un esfuerzo conjunto en la sociedad, las familias tienen el papel principal pero también tienen que ser apoyados por las instituciones, las industrias de alimentos y la sociedad en general para que la labor se sostenga.

Tenemos responsabilidad en la salud de nuestros hijos y en su desarrollo futuro y para ello debemos educarnos también nosotros.

«Diversas investigaciones realizadas en las 2 últimas décadas en países desarrollados han encontrado una relación inversa entre posición socioeconómica y obesidad infantil.» (“Ángel Luis Zamora Cevallos a b – Dialnet”)

Fuente: Estrella Miqueleiz, Lourdes Lostao, Paloma Ortega, Juana M. Santos, Paloma Astasio, Enrique Regidor,Patrón socioeconómico en la alimentación no saludable en niños y adolescentes en España, Atención Primaria,.Volume 46, Issue 8,2014,ISSN 0212-6567,https://doi.org/10.1016/j.aprim.2013.05.010. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0212656714000304)

La prevalencia de comidas insanas, rápidas, altas en carbohidratos, grasas saturadas y azúcares se ha estudiado en diferentes entornos llegando a la tabla de conclusiones donde la cifra es un 40% superior en el consumo de bebidas azucaradas y en los snacks se la diferencia de porcentaje es 2,8.

«Probablemente la educación y la posición socioeconómica de los padres influye en los hábitos alimentarios, facilitando o restringiendo la comprensión de la información nutricional y el cumplimiento de las recomendaciones nutricionales.»

(“Patrón socioeconómico en la alimentación no saludable en … – Elsevier”)

Así el acceso a una información nutricional adecuada viene de nuestros entornos y de lo que ven los niños alrededor, además de lo que decimos también tenemos que ser coherentes con lo que hacemos porque no será fácil convencer a nadie si nosotros no creemos en ello.

Esta es la mejor inversión en salud que los padres pueden hacer para sus hijos, una apuesta de futuro para prevenir enfermedades y apoyar la evolución de los alimentos más nutritivos.

Redactado por María J. Herrero

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